24 de diciembre de 2014

Jugando a la democracia

En quinto curso del Colegio San Gabriel, amparados por el espíritu de liderazgo jesuita, alumnos de ilustres maestros que luego serían ministros de estado, presidentes de la república, altos dirigentes gremiales, científicos, jueces. Sí, desde esas aulas se formaba el futuro; un futuro que en mucho continúa en el mismo lugar.

Estábamos en esas elecciones sin campañas, en que algún amigo le propone a uno para presidente del curso, sin discursos, y se vota. Pero ya habíamos tenido una primera votación que no dio resultados, de modo que íbamos a intentarlo nuevamente. Yo era uno de los candidatos para esa ronda final. Se decidió que la votación sería secreta… Esto iba en serio. Cada uno escribió un nombre en su papelito y lo depositó en la caja. No éramos muchos, quizás veinte. La situación era angustiante porque no había mucha opción de ganar.

VIP en el Met de New York

Mary Cassatt, La taza de té, óleo sobre lienzo
Me encontraba en New York de trabajo, acompañando a un cliente de Quito a comprar equipos  para un nuevo restaurante, y les advertí que el sábado no podía ir con ellos de compras por cuanto ya había previsto hacer algo por mi cuenta. Cuando se enteraron que iba a 'un museo', me dejaron en total libertad. Era un enero particularmente frío; se anunciaba una de las peores nevadas para el domingo.

Fui al Museo Metropolitano ubicado en el maravilloso Central Park, con mi atuendo de anónimo: cualquier pantalón, camisa que no combina, chompa y gorra de lana, sin afeitarme. Llegué al vestíbulo del museo, y me dirigí al mostrador circular en medio de la sala, donde atendían unas doce ancianitas voluntarias, dando información a niños de escuelas y otros visitantes.

La costurera de botiquín

Caja Seca, la casita
A 16 kilómetros del lago de Maracaibo, en Caja Seca, pueblo-gasolinera cuando la carretera se ensancha, al estilo de Patricia Pilar, en Nueva Bolivia, municipio Febres Cordero, entre el estado Zulia y el estado Mérida, a orillas del Torondoy, pasaba la gente del trópico sus días como en Aracataca, gestando la magia del mañana, sin saber que estaban en dictadura porque hasta tan lejos no llegaba.
La mecánica de Carlos, el kiosco de Valentín, el carnicero; la pensión donde la señora Anita y la Mary tendían las camas sin necesidad de cambiar sábanas eran parte del encanto fantasmal. El pueblo (¿era un pueblo?) tenía tres botiquines que se llamaban San Antonio, Gota de Leche, y del tercero no me acuerdo. Los botiquines eran de esos sitios donde se vende cariño, por momentos; donde se olvida todo, donde se recuerda poco.

21 de diciembre de 2014

Gerente por un día

Virginia Betancourt, años más tarde
A principios de los ochenta, cuando yo era Gerente General del Hotel Colón Internacional de Quito, de 419 habitaciones, recibí la llamada del Dr. Irving Iván Zapater para solicitarme un almuerzo especial de homenaje a Virginia Betancourt, asesora del Banco Central en bibliotecas.
Irving es un intelectual fino que hizo durante largos años un trabajo serio por el departamento de Cultura del Banco Central, gran editor e investigador, Secretario Técnico del Consejo Nacional de Cultura; y Virginia es hija del gran Rómulo Betancourt, ex Presidente de Venezuela, el de los tiempos de Caja Seca, creadora de la Red de Bibliotecas Nacionales en su país y directora de la misma durante veinte y cuatro años, fundadora del Banco del Libro, presidente de Fundalectura.

La Biblioteca Mínima

El tomo de Novelistas y Narradores
Andrés Borrero Mansfield, el hacedor de DHL en el Ecuador, y el creador y socio principal de Urbano Express, otro correo privado, juntamente con Pablo Salazar Egas, el Presidente de Diners Club del Ecuador, me invitaron una noche a la casa de Andrés a una cata de vinos argentinos que tenían la intención de importar. Éramos unas diez personas; estuve acompañado de mi esposa.
Como de costumbre, llegamos a la hora en punto, es decir que fuimos los primeros. Ni siquiera Andrés estaba listo. Mientras le esperaba decidí curiosear un estante de libros, al que no se le podía llamar biblioteca, pero el rojo intenso de una colección, con la base negra, me atraía demasiado. Es la obra más grande en la historia de las letras del Ecuador, con compilación y análisis de toda nuestra literatura en veinte y ocho gruesos tomos: Prosistas de la República, Poetas Parnasianos y Modernistas, Juristas y Sociólogos, Novelistas y Narradores, Cronistas Coloniales, Jesuitas Quiteños del Extrañamiento, etc.

De cuando traté de quebrar al Grupo Eljuri

Nos encontrábamos en Washington DC una delegación del Grupo Eljuri, y de la Dirección de Industrias del Ejército DINE, con motivo de la firma de los contratos de franquicia y administración del propuesto Hotel Marriott de Quito. Se encontraba con nosotros el gestor de la idea, el Coronel Marco Miño, Presidente del DINE, el doctor Ángel Cantos, abogado, Jorge Eljuri (fallecido el mismo año en que esto escribo), Juan Eljuri, el arquitecto de Marriott de origen ecuatoriano, Joe Travez, y Hugo Dávila, gerente de la compañía propietaria del proyecto, amigo y contemporáneo del Presidente de Ecuador, Sixto Durán Ballén. Era la víspera de la ceremonia. 

Llegamos a Ruth’s Chris, gran steak house, y nos recibió el Maître, en perfecto francés, dándome la bienvenida por mi nombre. Joe tenía su clásica sonrisa que no se le iba, porque había algo de maldad en esto: se supone que los honores deben rendirse siempre a Eljuri, pero esta vez ellos eran uno más del grupo, los importantes éramos Joe y yo.


De cómo perdimos el tour a China

Entonces, la China quedaba muy lejos. Nadie iba. Todo empezó… (¡esto me recuerda a Indro Montanelli diciendo que la historia de Europa empieza en China!) cuando en un viaje a California, con los niños pequeños y la familia de mi hermano, pasamos la primera noche en un hotel Ibis (no los de Accor de ahora), en las afueras de Los Ángeles… Un lugar limpio, nuevo, casi de barrio. Tenía una agencia de viajes (en realidad una especie de clóset grande), en el vestíbulo. Se llamaba Katella. Tomé un folleto que decía “China por $940”. Esto me produjo asombro, pues entonces las excursiones a Europa desde el Ecuador costaban varios miles de dólares. El tour consistía en 17 días por Hong Kong, Guangzhou, Shanghai y Pekín, que entonces comenzó a llamarse, para nosotros, Beijing. Pasajes aéreos desde Los Ángeles, desayuno y una comida incluidos. Guardé el folleto.

Andorra y el baile del vientre

Captura de pantalla 2014-12-18 a la(s) 20.22.05.png
Hotel Co-Princeps
En St. Julià de Lòria, Andorra, de 81 habitaciones, a seis kilómetros de Andorra la Vella, tres estrellas, “confortable y de fácil acceso a las pistas de esquí de La Rabassa, Grandvalira y Vallnord”, trabajé un par de temporadas cortas, haciendo de todo: mesero, medio maître, ayudante de cocina, bartender… Vale decir que el resto del año, verano excluido, el hotel cerraba. 

Hermosos tiempos. Trabajar de extra suponía comer bien, y tener cama. Habríamos ido gratis. Era una navidad de mis días de la escuela de hostelería; trabajábamos casi sin descanso, salvo cuando podíamos escaparnos alguna tarde a jugar fútbol en la cancha frente al hotel. Pero no se engañen, esto no es tan fácil, en Andorra todo es montañas, y en una de ellas está el hotel. La carretera tiene precipicios, salvo un tajo en la tierra que es la cancha. Cuando la bola sale de ese lado… Nunca más regresa, no es mentira. Al frente, no demasiado lejos, se observa un pastor y su fila de ovejas, desafiando el abismo.

La Condesa de Moët

El PRI estaba en flor. México era un paraíso de música y alegría, las mordidas no hacían daño a nadie, sino menos pobres a algunos. La cadena de hoteles Camino Real pertenecían a la poderosa Banamex, y estaban afiliados a Western International Hotels (ahora Westin Hotels), de propiedad de United Airlines. Se había abierto hace poco, en la zona rosa, el hermoso hotel Galería Plaza, de la misma compañía. Este hotel tenía uno de los tres mejores restaurantes gourmet del D.F., el Île de France. Los otros dos eran el Fouquet’s, del Camino Real de Mariano Escobedo, y el Maxim’s, del Hotel Presidente Chapultepec.
El Galería Plaza había contratado a Arnulfo Flandes, un mexicano treintañero guapo, de brillantina y pistola automática plateada, como Jefe de Recursos Humanos. Flandes nadaba en plata; el trabajo era solo una forma de incluirse en la sociedad de la capital, y de pasar a formar parte del glamour de los hoteles finos. No estoy seguro del origen del dinero; su familia era de Veracruz.