21 de diciembre de 2014

De cuando traté de quebrar al Grupo Eljuri

Nos encontrábamos en Washington DC una delegación del Grupo Eljuri, y de la Dirección de Industrias del Ejército DINE, con motivo de la firma de los contratos de franquicia y administración del propuesto Hotel Marriott de Quito. Se encontraba con nosotros el gestor de la idea, el Coronel Marco Miño, Presidente del DINE, el doctor Ángel Cantos, abogado, Jorge Eljuri (fallecido el mismo año en que esto escribo), Juan Eljuri, el arquitecto de Marriott de origen ecuatoriano, Joe Travez, y Hugo Dávila, gerente de la compañía propietaria del proyecto, amigo y contemporáneo del Presidente de Ecuador, Sixto Durán Ballén. Era la víspera de la ceremonia. 

Llegamos a Ruth’s Chris, gran steak house, y nos recibió el Maître, en perfecto francés, dándome la bienvenida por mi nombre. Joe tenía su clásica sonrisa que no se le iba, porque había algo de maldad en esto: se supone que los honores deben rendirse siempre a Eljuri, pero esta vez ellos eran uno más del grupo, los importantes éramos Joe y yo.


Nos sentaron en una mesa redonda, y nos pasaron las cartas. Ordenamos. Luego el maître me entregó la lista de vinos, que yo la pasé a Juan Eljuri, como correspondía. Juan debió haber encontrado esa carta muy difícil de entender, con nombres de vinos raros, porque me quedó viendo y me la entregó para que yo escogiera el vino. Antes de terminar de aceptar el encargo le quedé viendo a los ojos y le pregunté:

--¿Estás seguro, Juan?

Él no sabía a qué me refería.

--Si yo ordeno el vino voy a tratar de quebrar al Grupo Eljuri, dije amenazante.

Y no podía ser de otra manera. Si gente de tanto dinero te cede el privilegio de ordenar, se espera que pidas lo mejor.
--Château Haut - Brion ’64, dije en voz baja, en francés, al maître.
Sí, aquella que por su forma es la única de Burdeos que se parece a un Borgoña; con la que inicia Red Obsession. La botella se acabó rápidamente; el maître se acercó y me susurró en el oído si debía abrir otra. Le contesté, siempre en francés, que siga abriendo botellas y no me volviera a preguntar.
El maître me había reconocido porque pocas semanas antes habíamos estado con Joe en el restaurante, en su despedida de soltero… entre él y yo únicamente, y la que armamos les cuento en otra ocasión. Casi un año más tarde, al regreso de la apertura del Marriott de San José en Costa Rica, me encontré con Jorge Eljuri en el avión de regreso a Quito y me contó, feliz, efusivo, que se había comprado dos cajas de Château Haut - Brion, y que quería abrirlas conmigo. Es decir, que no quebraron.

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